ACHUGUAYO BAJÓ A LA CIUDAD
de Paco Aragón
Achuguayo bajó un día a la ciudad, al volver, su discípulo Juan Cabeza Sin Fosforo, le preguntó qué había visto.
-Muchos perros cagando.
-¿Y ha sido interesante la experiencia? Volvió a preguntar.
-Esparcen las calles de cacapoemas. Arte esfimero. Realismo sucio. Firman sus obras con un chorrito de orín.
-Pues para lo que hay que ver, mejor me quedo en las montañas, dijo Juan Cabeza Sin Fosforo.
Achuguayo calló y volvió a la ciudad.
Deambuló por intramuros y las afueras, por las barriadas de casas baratas y residencias con piscinas. De distrito a distrito, manzana por manzana, recorrió estrechas calles y anchas avenidas. Entró en portones cochambrosos y salió de iglesias deslumbrantes. Durmió en albergues, parques infantiles y en camas de duquesas.
Durante ese tiempo supo que los perros no leen, muerden las palabras. Que abandonaron el verbo por el aullido. Que no les importa el humo sino el hueso.
Y que fueron expulsados del paraíso por mearse en el árbol del bien y del mal.
Un día recibió la visita de su discípulo Juan Cabeza Sin Fosforo que reclamó al maestro su cuota de sabiduría.
Achuguayo le señaló un perro cagando.
-¿Qué ves?
-Un perro cagando.
-Mira debajo del perro ¿Qué ves?
-Un mojón.
-Mira debajo del mojón ¿Qué ves?
-Pretendes que coja el mojón para mirar debajo.
-Si quieres sabiduría tendrás que mancharte las manos de mierda.
-Maestro, sigo sin saber que ves en un perro cagando.
-Veo un cacapoeta y perro cagador buen cacapoeta será.
-Vuelvo a las montañas maestro, pero antes me gustaría saber que es un cacapoema.
-Un cacapoema en sí mismo no es nada y, señalando el pie izquierdo de Juan Cabeza Sin Fosforo, Achuguayo terminó la sentencia, pero en la suela de un transeúnte es una certeza.
En verano, volvió Achuguayo a las montañas, la ciudad con el calor se le hacía insoportable.
Los atardeceres se los pasaba observando el vuelo de los vencejos.
-¿Qué miras maestro? Le preguntó un día Juan Cabeza sin Fosforo.
-Trato de desentrañar las formulas poéticas que tranzan los vencejos en el cielo.
El discípulo alzó la vista y entrecerrando los ojos quedó mirando el vuelo de las aves, hasta que una de ella se le cagó en la frente.
-Pajarracos inmundos, despreciables criaturas aladas.
-Que poco agradecido eres, te regalan un cacapoema en forma de aerolito y tú le corresponde con insultos.
Juan Cabeza sin Fosforo se marchó largando improperios contra todo bicho viviente.
Achuguayo sonrió.
Paco Aragón-Bases y relatos recibidos-
