UTOPÍA Y DISTOPÍA EN EL PUMAREJO
de Paco Aragón Correro

Farolas con vocación de penumbra. El viento sacude las ramas de los olmos.
Una sombra acaricia a un perro pequeño antes de lanzarlo hacia el interior del contenedor de basura soterrado que está situado en la esquina de Aniceto Saénz con Torreblanca.
La banda de tambores y trompetas del Cristo de la inspiración ensordece los ladridos del animal. Un tropel de acólitos acompaña a los músicos. No viven la vida, la mastican.
En la Sala, el cantante reanima una vez más la moribunda canción de autor.
En el Mariano, un letrero anuncia “Prohibido el cante”.
En un banco de la plaza, pasándose la litrona, los amantes indigentes del Pumarejo se declaran su amor.
-Lávate guarra.
-Más guarro eres tú que me comiste el coño.
En los veladores, cervezas, fritangas, ruidos, risas, llantos, mandíbulas apretadas, material inflamable.
Mariposas fosforescentes y azules aparecen por la esquina del Chino.
-Documentación por favor.
El negrito entrega sus papeles.
-Vacíe el contenido de su bolsa en el banco.
El bolso vomita un libro de Raymond Carver, tabaco de liar, llaves y un enorme vibrador.
El policía mira el aparato a distancia sin tocarlo.
Las mariposas fosforescentes y azules se pierden por San Luis de los Franceses.
Rescoldo de un fuego que no fue.
Tomándose su tiempo, el viento desnuda los olmos.
Una mujer fuma tranquilamente en la puerta de La Sala. Escucha los gemidos ahogados que salen del contenedor de basuras. Levanta la tapa. En su interior, inalcanzable, ve dos puntos encendidos entre inmundicias y oscuridad, dos ojitos que le rompen el corazón. Imposible de ignorarlos. Armada con su móvil, convoca a bomberos y policías que llegan veloces a salvar al perrito Ryan.
La igualá de costaleros de la Hiniesta ocupa media plaza.
-Siempre la izquierda delante, la derecha atrás.
Hay frases que según de que boca salgan, suenan a cachondeo.
¿Cómo rescatar al animal de este pozo metálico? se preguntan las autoridades competentes.
Los bomberos sacan dos grandes masas y golpean el contenedor de marra.
¿Nadie ha pensado en llamar a Lipasan? Piensa el perrito.
Nubes de personajes salidos de madrigueras y sótanos aledaños, ronean con los apagafuegos haciéndose selfies.
La policía aplica el 155 alrededor de los contenedores.
Los de la iguala, muestran sus torsos desnudos compitiendo con los torsos de los bomberos.
El cantante en La Sala se ha quedado solo, meditando su futuro, sostiene las últimas notas de la canción sin esperar aplausos.
El perrito Ryan entre golpes y basuras cavila si vale la pena resistir.
Cuando los bomberos han destrozado el mobiliario y dan por imposible el rescate, aparece el operario solitario de Lipasan montado en su bicicleta eléctrica. Se detiene, y con el poder que le da el mando, eleva el contenedor al cielo.
El especialista en rescate canino del cuerpo de bomberos de la capital hispalense, saca al perro y lo muestra como un trofeo.
La plaza corea
-¡Oleeeeee olé olé olé!
Como si del Villamarín se tratara.
El bombero tantea al animal.
-Dos noticias, una buena y la otra mala ¿Cuál queréis primera?
Una parte del gentío gritan
-¡La mala!
la otra parte vocifera
-¡La buena!
La policía pone orden al orden de la noticia.
-la buena
-Es una perrita y aparentemente no ha sufrido ningún daño.
-¡Oleeeeee, olé, olé, olé!
-¿Aparentemente? Se pregunta la perrita sin obtener respuesta.
-La noticia mala es que está muy mayor y ciega, La Sociedad Protectora de Animales donde la entregaremos, la sacrificará.
En el silencio de la plaza no se escucha el lamento de la perrita.
-De nada sirvió resistir.
-A no ser que alguien quiera quedársela.
Veloces, los personajes vuelven a sus madrigueras.
Bomberos y policías recogen sus aparejos.
Empujado por el frio, los costaleros de la iguala con el resto del mundo se refugian en el Umbrete.
En La Sala, el cantante termina su concierto, certificando con aplausos, larga vida a la canción de autor.
Los amantes indigentes del Pumarejo, desahuciados y fantasmales, sueñan entre cartones; él con arañas, ella con arena.
Los olmos agitados por el viento se deshacen de sus últimas hojas.
Sobre la pared de la Casa Palacio una pintada anuncia que, “El afecto es revolucionario”.
Paco Aragón Correro-Bases y relatos recibidos-
