Asociación Científico-Cultural Cisco de Picón


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Tercer Concurso de Relatos Breves

MADRE TIERRA
de Bazán

Fray Francisco estaba sentado sobre las raíces del árbol centenario, un ficus macrophylla de la familia de las moráceas, lo había traído otro monje dominico en 1913 desde tierras lejanas. Ese día se sentía muy cansado tras la última homilía, teniendo que atender a múltiples periodistas que lo asediaban desde primeras horas de la mañana. Salió al atrio de la iglesia para tomar un poco de aire y serenarse. Miró hacia lo alto con preocupación. La gran masa arbórea había alcanzado veinte metros de alto y para su pesar, era la alegría de la calle san Jacinto que en las horas de máximo calor se convertía en la única sombra de la vía, refugio de los viandantes. Esto le provocaba múltiples molestias, acostumbrado como estaba al silencioso monasterio castellano del que había llegado hacía unos años.

El patio, antes frecuentado por vagabundos y transeúntes; se hallaba rodeado por una verja que lo incluía dentro del espacio privado de la Iglesia. El párroco, se cambió incómodo de postura y se hurgó en la nariz; gesto que hacía siempre que tenía una preocupación y comenzó a hablar en voz alta:

-Mañana es el día señalado y tendrás que morir para que esta iglesia sobreviva. No podemos hacernos cargo de ti, es muy costoso tu mantenimiento, tenemos otras prioridades, no haces más que darnos problemas

En ese momento una rama crujió en lo alto y girando sobre sí misma varias veces, fue a caer cerca de los pies del sacerdote. Éste dio un respingo y se levantó al instante

-con esta actitud no haces más que confirmar tu sentencia-, masculló entre dientes.

Observó de nuevo la copa del árbol, entornó los ojos buscando coincidencias con otras siluetas y sus recuerdos, buscando imágenes en su memoria que le ayudasen a comprender a qué se enfrentaba. Las raíces saliendo del tronco, habían llegado hasta la tierra, engrosando y soportando a la gran masa arbórea; la gran estructura de ramas, y hojas perennes, se le figuró como un gran gigante al que tenía que combatir. Caía la noche y las sombras se iban haciendo más oscuras. Sintió una ráfaga de aire. Sobre su cabeza planeaban los pájaros, vencejos, gorriones y palomas que lentamente iban recogiéndose para dormir. Lanzó un suspiro profundo y desafiante y entró en el campanario, se colgó de la cuerda y tañó enérgicamente las campanas, todas las aves salieron estrepitosamente lanzando graznidos y cantos confusos y nerviosos. Sonrió para sus adentros -pronto dejarían de molestarle-

Esa noche se levantó sobresaltado por una pesadilla en la que se veía subido a lomos de un perro gigante, con una lanza en ristre y ensartando a infieles que chillaban y pataleaban, luego éstos, se convertían en pájaros y salían volando; la lanza se transformaba en árbol y en la copa vegetal aparecía la figura de la Virgen de la Estrella.

Se despertó bañado en sudor, su corazón se aceleró más cuando escuchó el ruido de un gentío que parecía querer entrar en el atrio. Se colocó apresuradamente la casulla blanca y negra, se calzó las sandalias y se asomó por un ventanuco por el que podía ver sin ser visto. Algunas personas se habían saltado la reja y subido a la copa del árbol, una chica con un paraguas rojo llamaba la atención; otros, habían conseguido subir a ramas más altas. Fuera, ondeaban banderas andaluzas blancas y verdes y portaban pancartas de “no a la tala”, “él no lo haría” con la imagen del Cristo del Cachorro. Se hundió de nuevo en el habitáculo y empezó a temblar, ideas confusas le rodeaban mezclando el sueño con lo que estaba viviendo:

-Esto es una prueba que me ha enviado dios para tentarme-, pensó

En ese momento, llegaron los bomberos, los que estaban en lo alto del árbol fueron bajando y comenzó la tala del árbol, el monstruo está siendo derrotado con grúas y con sierras mecánicas. Los adoradores lloran y gritan de impotencia.

Nervioso y feliz de ver cercano el final de sus desvelos, se ocultó de nuevo en el interior de su cubículo y empezó a leer con delectación el antiguo testamento, la creación del mundo, el árbol del paraíso, la caída en el pecado, el destierro a los infiernos.

“Echó al hombre, y a oriente del jardín de Edén colocó a los querubines y una espada llameante que brillaba, para cerrar el camino del árbol de la vida”

Ese día creyó que había derrotado por fin al monstruo que lo atormentaba, y que su Iglesia estaba salvada de la barbarie.

Han pasado varias semanas, cada vez hay más gente organizándose en la puerta de la Iglesia, se citan por el móvil y la llamada se va extendiendo, el asunto se ha convertido en un tema de trascendencia internacional. Vienen peregrinos de todas partes. El párroco realiza todos los días la misma rutina, se asoma a la celosía de la ventana, observa a los manifestantes, comprueba si alguno es de sus feligreses y se enroca hablando consigo mismo.

El patio de la iglesia se ha convertido en un altar improvisado. ¿Qué hago Dios mío?, antes pensaba, acabado el perro, se acabó la rabia pero ahora dicen que el árbol todavía vive, que hay esperanza. Busco en los textos y no encuentro la solución, antes era fácil porque con cortar cabezas se solucionaba, pero como hago aquí y ahora. Los idólatras han hecho un sagrario al que llaman, el árbol de la vida, y lo han convertido en un mártir de la iglesia católica. Lo van a hacer santo. Sus muñones han sido vendados con telas y ungüentos, el demonio se ha puesto de su parte.

Defienden el árbol y a los pájaros, haciendo frente al poder de la Iglesia. Quieren convertir el ficus, a la naturaleza y a la tierra en un tótem sagrado frente a este templo sagrado construido en el Barroco. Muchas otras veces tuvimos que enfrentarnos a este tipo de herejes, a los dendrólatas, los adoradores de árboles. O a los que nos acusan de corruptos por prometer el cielo y perdonar pecados a cambio de dinero, no se dan cuenta de lo necesarios que somos para sus conciencias, para que mueran tranquilos con una esperanza en el más allá. La madre naturaleza no tiene cabida en esta sociedad que hemos construido a base de mitos y de ídolos. El hombre estaría perdido sin las imágenes, y no te cuento la mujer. Hoy de nuevo, como tantas otras veces, hay que machacar al enemigo, las razones católicas no valen ante estos iluminados, en otros tiempos los llamábamos perfectos y al final, hubo que matarlos a todos, pero ahora no se pueden sacar las armas físicas sino nuestro poder.

El cura se dirigió al altar mayor, postrándose de rodillas e imploró ayuda mientras escuchaba el gentío que hablaba de arboricidio, de atentado contra la naturaleza:

Ayúdame Dios mío, se ha levantado de nuevo una espiral demoníaca sobre mi iglesia. A veces parece que hablo conmigo mismo, porque no escucho respuestas pero como dominico tengo una respuesta clara; debo ser fiel a mi nombre, perro de Dios

Empiezan a entrar los feligreses. Algunas mujeres han venido muy temprano con flores para la virgen, y comienzan a rezar el rosario.

Fuera sigue el gentío, los siete muñones que han quedado, se ha convertido en un gigante que amenaza silenciosamente a la iglesia, ataca los cimientos, monstruo vegetal antes lleno de pájaros, hormigas y barbarie. Quieren que el árbol resucite.

Por la noche tuvo otro sueño, el ficus, se había regenerado y había engullido a la iglesia, los pájaros anidaban en el altar mayor, los romeros de la Virgen del Rocío habían entrado en la iglesia y celebraban la vida, proclamaban a los cuatro vientos que el pecado no existe, que solo el amor puede salvarlos. Bailaban y se abrazaban en una danza lujuriosa. Reían y tomaban al árbol talado del que salían pequeños retoños, como guía de sus vidas.

Hoy tras varios días sin poder comer y dormir, ha comenzado a delirar. Cuando todos se han ido, ha salido por la puerta principal de la iglesia, se ha colocado debajo del tronco del ficus, los rayos de sol le herían la vista y por momentos perdía la conciencia de la realidad; entonces ha llegado a un acceso espiritual, un manantial de agua se abría a sus pies, oía pájaros y el viento le traía el sonido de las hojas y los pájaros que ya no estaban, creyó estar en el paraíso.

Sobre la figura sedente cayeron lentamente varias ramas, lo fueron rodeando, estrangulando su forma humana hasta que el árbol consiguió que formara parte de él. El periódico de la ciudad se ha hecho eco de la noticia, miles de peregrinos acuden a adorar al árbol de Triana, están apareciendo figuras humanas en él.




-Bases y relatos recibidos-

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