COLMADO VILLANUEVA
de Fandanguillo
En Colmado Villanueva podías comprar pan, alcayatas, lejía o la ñora para la berza; pantalones cortos para el verano, largos para el invierno. Una guitarra de afinación imposible o panderos en navidad. Había de todo.
En un lateral del mostrador estaba la sección librería, una estantería de dos metros y medio de altura, con libros clasificados por edades; en las baldas de abajo, lecturas infantiles, en las más altas, fuera del alcance de los chiquillos, relatos para adultos. Cuando le pedíamos a Pepe Villanueva que nos bajara un libro de los estantes superiores, nos decía.
-Esos tomos están prohibidos para los niños, no están al alcance de vuestras manos.
La mayoría de edad para leer libros de adultos, estaba definida por la estatura.
Empequeñecidos y frustrados, salíamos a la calle, nos sentábamos en un cantillo e imaginábamos en voz alta las historias que, según nosotros, estaban escritas en esas obras vedadas.
Cuando cumplí 16 años entré en Colmado Villanueva, me acerqué a la sección librería, alargué la mano hacia la estantería más alta y fui cogiendo uno a uno los tomos prohibidos: “El jardín de Venus” de Samaniego, “El arte de las putas” de Moratín, “Una noche de verano sin sueño” de Álvaro Retana, “Senos” de Gómez de la Serna, “El Decamerón” de Boccaccio...
Detrás del mostrador, Pepe Villanueva más viejo, pero también más sabio, me sonreía.
Fandanguillo
-Bases y relatos recibidos-
