SONRISAS
de Mapalunora

Mi familia sonríe. Siempre sonríe. Cuando pienso en ellos, siempre los veo sonriendo. Sonríen como respiran. Hasta el abuelo Manuel, tan serio él. De él también recuerdo la sonrisa. Sonríe en la foto de la mesilla de noche de papá, con la abuela Antonia cogida de su brazo.

La abuela Antonia también sonríe en esa foto. Tiene una sonrisa dulce, de mujer fuerte, de mujer buena, una mujer con la que me hubiera gustado charlar de mujer a mujer. Ella tenía la sonrisa del amor a la vida, a la familia, a la naturaleza y a sí misma.

Sí, mi familia sonríe. Tito Antonio sonreía como si cada día fuera carnaval. ¡Cómo añoro su humor cotidiano! Él llegaba, y todos sonreíamos. Tito Antonio siempre fue el cascabel de la familia. Y Tita Pepa también... Ella también sonreía. La mayor de los hermanos, la que atesoraba todos los secretos, la que cuidaba de los mayores y de los pequeños. Nunca olvidaré la sonrisa de Tita Pepa.

La sonrisa de Tita María es serena, ilusionada y soñadora. Como si viviera en una eterna infancia feliz. Tita Amparo derrama sabiduría en su sonrisa, que es pura medicina para todos. Su sonrisa sana, alivia, reconforta, dulcifica, ilustra, ilumina y arropa. Y si no... que se lo digan a Tita Carmela. Tita Carmela, la pequeña. Tita Carmela sonríe y nos mira, profundamente, como si quisiera clavar su sonrisa en el fondo de nuestra memoria.

Mi familia sonríe siempre, mi familia que es la tuya, papá. Y tú también sonríes. Siempre has sonreído. Tu sonrisa nació hace ya ocho décadas, una noche de lluvia; marineó por la sierra, se desparramó por los valles y, a la grupa del brillo de tus ojos, tu sonrisa llegó al pueblo de unos labios de mujer, y allí se echó a dormir. Y despertó multiplicada... y ahora, aquí están nuestras sonrisas, hijas de las vuestras, dispuestas a ser mensajeras de este tesoro de amor que nos regaláis con las vuestras.

Esta familia mía sonríe, sí, y también besa; pero esa es otra historia...

Feliz cumpleaños, papá.

Mapalunora

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