Asociación Científico-Cultural Cisco de Picón


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SE ENAMORÓ DEL AMOR
de Mari Castaña

El amor te encuentra.

Me llamo Diego y esta es mi historia.

Para ser completamente feliz hay quien guarda trozos de recuerdos y como si de un puzle se tratase los va encajando durante toda su vida, también los hay que viven en un estado perpetuo de alucinación, fabricando maravillosas historias que nunca fueron verdad pero que ayudan a seguir viviendo, escapando con suerte de la aplastante realidad.

Corría mediados del mes de mayo en un pueblecito pequeño situado al norte, rodeado de montañas, de suelo adoquinado y olor a leña. En la calle principal, en una casa pequeña de grandes ventanales vivía Rosa, si mal no recuerdo contaba con quince años de edad, de facciones extremadamente bellas y profundos ojos negros.

Por aquellos años yo también era joven y todo me parecía especial, las nubes, el olor a hierba y lo que más, sus ojos. Esos ojos negros de los cuales yo me había enamorado sin saberlo.

No mantuve nunca con ella una conversación fluida sólo palabras sueltas, ella me intimidaba, quizás por su modo reservado de ser o por el magnetismo que su mirada ejercía sobre mí, mezcla de fascinación y miedo.

Ella gustaba de estar sola, pensativa, meditando en su propio mundo, recuerdo que cuando su madre la llamaba tenía que insistir e incluso gritar para que reaccionase y volviera de Dios sabe dónde, la pobre mujer jamás entendió nada. Supe que en las largas y calurosas noches de verano solía sentarse junto a la ventana a mirar las estrellas, perdida en increíbles historias, ahora me arrepiento de no haber mantenido en esos años ningún tipo de relación con ella, debió de ser una persona maravillosa, fuera de lo común y a la que muchos de nosotros calificaríamos de rara. Así transcurría el tedioso verano para ella, jugueteando entre lo inverosímil y lo absurdo y para mí fantaseando con poder perderme en las sombras de su mirada. Pero como el destino es caprichoso y juega con nosotros como le viene en gana, quiso ser cruel con ella y conmigo.

Al alba de uno de esos días la niña despertó al escuchar un extraño silbido que procedía de la ventana de su habitación, cuyo cierre de madera permanecía siempre abierto, tras los cristales encontró un pájaro que cantaba anunciando los primeros rayos de sol, este no era como los demás, su majestuoso porte de un plumaje rojo fuego lo hacía realmente bello, su hermoso pico parecía estar bañado en oro, todo en él era perfecto pero lo que realmente fascinó a Rosa fueron sus hermosos ojos azabaches que parecían tener expresión humana.

Así fue como comenzó todo, comenzó mi desdicha y comenzó su locura. El principio del fin.

Muy despacio fue abriendo la ventana y en ese mismo instante sintió la necesidad de acariciarlo, acercó su tembloroso dedo y de la misma forma que se escapa un suspiro se escapó el animal perdiéndose entre los tejados.

Rosa quedo atrapada en ese encuentro, en esos ojos, en su profunda negrura, ojos que le recordaban a alguien, su obsesión alada como ella lo llamaba iba y venía a su ventana sin razón aparente. Estas visitas al principio fueron muy cortas y con el deslizar de los días fueron haciéndose más largas, más intensas, siempre al amanecer. Llegaron a gustarle tanto estas citas que al irse a dormir imploraba al sueño que llegase pronto, la ansiedad de las noches se compensaban con el perezoso despertar del sol en forma de canto.

Por fin las fantasías que se alojaban en su interior, para mi pesar y dicha de ella, se hacían realidad, por primera vez vivía algo extraordinario en un mundo real. Rosa se había enamorado del amor.

Allí en su ventana estaba él, majestuoso, sublime y al mismo tiempo tierno, pequeño, frágil.

Acercaba su mano confiada y le acariciaba el plumaje muy despacio él doblaba la cabeza con cierto aire de complicidad y seguía cantando para ella con un lenguaje secreto que sólo conocían los dos. En cierta ocasión el animal no acudió a la cita, estuvo días sin aparecer, a Rosa las horas se le hacían años y los días siglos, sus ojos se llenaban de lágrimas y su corazón se encogía por el temor a perderlo.

En ese verano hubiera dado mi juventud por cambiarme por ese pájaro.

Había que reconocer lo evidente, se había enamorado, estaba enamorada de una ilusión y ante ese rival yo no tenía nada que hacer. Había caído en su propia trampa y yo con mi actitud pasiva la empujaba hacia ella.

Varios días tardó en sonar aquel esperado canto, describir la alegría que sintió es imposible, sólo decir que hubiera dado su vida por tener alas y escaparse con él. En esas mañanas fue feliz, envidiablemente feliz y todo se redujo a esperar al siguiente día para seguir soñando, pero los sueños son efímeros y cambiantes y todos sabemos que nada es eterno y aquel verano de despertares dio paso al otoño con sus días marrones anaranjados y su cielo gris. A ese corazón libre no se le podía encerrar en una jaula de fríos barrotes porque el amor no es egoísta, al menos el verdadero y ese ser atrapado en un pájaro no podía demorar más su partida a zonas cálidas. El animal pasó varios días sin apenas cantar acortando sus visitas y anunciando así que pronto marcharía.

Fue en una de esas cortas visitas que ya no cantó, dobló su pequeña cabeza y estuvo largo rato mirando a su amada y esos ojos que la enamoraran antes ahora estaban vacíos y cansados con esa tristeza del que inevitablemente tiene que partir, Rosa se inclinó y beso su pico con un beso tierno y apasionado, en aquel instante levanto el vuelo y ella supo que lo esperaría y yo supe que jamás sería mía.

Mientras os cuento esta historia no puedo dejar de pensar en ella, tengo la sensación de que siempre se me escapaba como el agua de entre las manos y siento vergüenza ante mi cobardía por ni siquiera haberlo intentado, haberle hecho sentir que siempre estuve allí, que la amaba que la hubiera querido bien que la hubiera hecho feliz.

Rosa cerró la ventana y estuvo horas maldiciendo su condición humana, quiso arrancarse de cuajo esa mirada. Lloró por todos los años que no lo había hecho, hasta vaciarse y quedar dormida.

Cuando los primeros rayos de sol tocaron los cristales empañados al igual que sus ojos, abrió la ventana y un grito profundo, seco y casi ahogado salió de su garganta, grito que jamás nadie en el pueblo pudo olvidar.

Allí yacía tumbado y sin respiración su pajarillo, con los ojos muy abiertos, vidriados, sin vida, cubierto todo de escarcha de esa maldita escarcha que trae las frías noches otoñales, en su pico había una rosa muy roja, sacada de algún invernadero cercano, ese ser allí postrado casi esperpéntico había renunciado a emigrar.

Atónita lo cogió entre sus manos con sumo cuidado fue quitándole la escarcha negándose a reconocer su muerte que era también la de ella, su llanto se convirtió en derrota, una vez más se imponía la cordura, la sensatez... Numerosos reproches asaltaron su mente actitud totalmente normal cuando nos damos cuenta que la muerte es el único estadio de la vida que no tiene solución.

La vi llegar al parque cabizbaja con las manos juntas como llevando algo muy valioso, en un lugar muy apartado junto a un banco debajo de un árbol se agachó y empezó a escarbar primero despacio con movimientos acompasados dando lugar más tarde a movimientos frenéticos, descontrolados hasta sangrarles las uñas. Allí en el hueco depositó su gran tesoro no sin antes darle un beso que le heló el alma. Ya no volvió a despegarse de aquel banco. Después de esto ya no pude acercarme a ella, se volvió aún más solitaria, taciturna y dependiente de su familia, atrapada para siempre en la tela de araña que con su imaginación a lo largo de los años fue tejiendo.

Ahora y con una perspectiva más lejana creo que a su modo fue feliz con esa felicidad que da la inconsciencia la cual la mayoría de los mortales no llegaremos a entender nunca.

Pasados unos años tuve que viajar fuera del país, por unos asuntos que no vienen al caso, tardé varios años en volver. En ese tiempo amé y me amaron, pero nunca pude olvidar a Rosa ni sus ojos, quedé tan atrapados en ellos que en cada amor que tuve los iba buscando y esto no me permitió nunca ser completamente feliz.

El día que regresé al pueblo di un rodeo para pasar por el parque con la esperanza de encontrarla, tal era mi obsesión, allí no había nadie, soledad absoluta, más tarde me contaron lo sucedido.

Todos los días a Rosa se la podía ver sentada en aquel banco, nadie hablaba con ella, tampoco hubiera respondido, todos sentía miedo, ese miedo que sentimos ante las cosas que no comprendemos, al atardecer emprendía el camino de regreso, pero una noche de enero decidió que no quería seguir que no podía seguir con su vacía vida, se escapó al parque, a su banco y allí con el viento helado del norte se dejó morir.

Han pasado casi cincuenta años de lo sucedido, estoy viejo y cansado, se me diagnosticó demencia senil aunque yo lo llamo demencia selectiva, de todos los recuerdos el que con más claridad acude a mi mente es el de ella y su pajarillo, no puedo evitar el ponerme triste, supongo que son cosas de la edad y de la cantidad de horas que paso en esta prisión llamada residencia de ancianos, la verdad no me va del todo mal aquí, hay días que hasta me rio desconcertando a los residentes con mis historias y cuando no tengo ganas de hacer nada ni tan siquiera de hablar me viene muy bien no acordarme ni de mi nombre de ahí el llamarla selectiva.

Es la primera vez que cuento esta historia quizás por pudor y también la primera vez que hablo de mis sentimientos hacia ella, esto creo que es más por vergüenza.

Si alguna vez cae en tus manos este trozo de mi vida ni te plantees si es cierta o no, sólo pretendo entretenerte y si he despertado algún sentimiento sea de cualquier índole ese será mi mejor premio. Si tienes un rato en tu ocupada vida, si quieres que alguien te escuche o simplemente quieres que te cuente otra historia no dudes en venir a verme.

Mi dirección es Residencia de ancianos el olvido, calle desesperación sin número.

Me pondrás encontrar sentado en una mecedora mirando por el ventanal con una leve sonrisa en los labios, esperando que algún día aparezca un pájaro de plumaje rojo fuego.

Mari Castaña




-Bases y relatos recibidos-

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