Asociación Científico-Cultural Cisco de Picón


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OCHO,
de Paco Aragón

El hombre ató a la perra lejos de sus cachorros. Mandó al niño que pasara los ocho cachorritos de la espuerta a la talega. Los fue contando.

-Uno, dos, tres, cuatro… los dejaba con cuidado.

La perra aullaba desesperada.

-Cinco, seis, siete…

Con un hilo de voz, apagado por los ladridos, el niño dijo.

-Falta uno.

En ese momento el hombre comenzó a golpear a la perra con una tabla.

-¡Cállate ya!

El animal se cobijó en un rincón dando aullidos de dolor. El hombre miró la espuerta vacía, cogió la talega, puso en su interior una piedra, la cerró tirando de la cuerda y haciéndole un nudo dijo.

-Vámonos.

El patio estaba atestado de tiestos y muebles viejos arrumbaos por todas partes. El niño, con la mirada, buscó donde podría estar el cachorrito que faltaba y se encontró con los ojos vidriosos de la perra.

-¡Niño aligera!

El hombre iba delante. Sobre su espalda colgaba la talega latiendo al ritmo del caminar. Cogieron la avenida del puerto dejando atrás el pueblo. Con un sol naciente entraron en el varadero. Olía a brea recalentada, los carpinteros se esmeraban en calafatear las panzas de los barcos.

Se montaron en un bote que segundos antes cabeceaba en el embarcadero y ahora enfilaba hacia la mitad del río.

Las aguas bajaban tranquilas. Los remos chapoteaban entrando y saliendo del agua. De la talega se escapaban gruñidos.

El bote fue aminorando la marcha hasta detenerse. El hombre dejó los remos agarrados a los toletes, se levantó de la bancada y sin pensarlo arrojó la talega al agua.

El golpe fracturó por unos segundos la tranquilidad de la mañana.

La talega desapareció absorbida por las entrañas del río.

El niño comenzó a contar las burbujas que venían del fondo.

-Una, dos, tres, cuatro…

El bote dio media vuelta.

-Cinco, seis, siete.

Cuando el niño llegó al patio, la perra se lamia los golpes.

-No te acerques a la perra que sigue rabiosa.

Gritó el hombre desde el interior de la casa.

El niño se aproximó al animal, alargo sus bracitos y la acarició con ternura. Luego la desató, la perra corrió como loca por el patio, rastreando los rincones hasta dar con el cachorrito detrás de unos sacos de cemento. Tendiéndose, lo puso bajo su barriga.

El hombre salió al patio.

-¡Me cago en diez! -Gritó acercándose al animal.

La perra le enseñó los dientes. El hombre agarró un palo, pero antes de golpearla, el niño se interpuso.

-Si tiras el perrito al río, detrás voy yo -Amenazó el crío.

El hombre se calmó.

-No pasa nada, si te gusta el perrito nos lo quedamos, total uno más.

Le acaricio la cabeza y se fue, pero antes de desaparecer se detuvo, miró a la perra, luego al cachorrito y preguntó.

-¿Qué nombre le vas a poner?

-Ocho -dijo el niño.

Paco Aragón




-Bases y relatos recibidos-

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